Como la mayoría de los padres, nunca estamos realmente preparados para el primer amor de nuestros hijos. Claro que queremos que nuestros hijos se enamoren, pero… ¡algún día! Enamorarse es una de las grandes aventuras de la vida, que también conlleva una larga lista de pequeñas preocupaciones: los padres queremos proteger a nuestros hijos de los sinsabores que hayamos podido sufrir en el pasado, y nos preocupamos por con quién puedan salir…

 

El  cerebro y el amor

Aunque recordemos lo que se siente al enamorarse por primera vez de niño, pocos conocemos realmente la alquimia que se produce en nuestro cerebro. La estructura del cerebro y la magia del amor afectan a la forma en que un adolescente se sumerge en una historia de amor.

Los niños experimentan sus primeros sentimientos alrededor de los 3 años. Tienen uno o varios amores, se cogen de la mano, se besan y quieren casarse juntos. También es una forma de identificarse con la pareja de padres. Más tarde, alrededor de los 9 años, se interesan mucho menos por las «historias de amor»: se interesan mucho más por sus amigos, y son muy tímidos con estos afectos.

Los jóvenes comienzan a tener su primera gran agitación emocional antes del inicio de la pubertad. El cerebro empieza a liberar un grupo de hormonas llamadas andrógenos y los niños empiezan a sentir su primer enamoramiento. Este primer enamoramiento tiene ingredientes similares a la atracción romántica, pero ésta no comienza hasta la pubertad temprana, cuando suele empezar la verdadera experiencia embriagadora del enamoramiento.

 

ayudar a los adolescentes a comprender el amor

Enamorarse y seguir enamorado

Enamorarse es lo más poderoso.

Cuando nos enamoramos, no utilizamos nuestro cerebro racional y sensato y no podemos controlar nuestros impulsos. El enamoramiento es mucho más emocional que reflexivo. Es una experiencia química poderosa: la dopamina (la hormona de la felicidad), la noradrenalina (la hormona que estimula la atención) y la serotonina (la hormona que controla el estado de ánimo) entran en juego cuando nos enamoramos. Esto explica por qué las emociones de los adolescentes son una montaña rusa: a veces eufóricos, a veces impulsivos, la gestión de las emociones es complicada durante este periodo.

Por muy estimulante que sea, el cerebro no puede mantener estos fuegos artificiales emocionales y químicos durante mucho tiempo. La media para un adolescente es de sólo tres o cuatro meses. Esto puede explicar el hecho de que un adolescente pase de un novio/a a otro/a. Muchos adolescentes no pueden mantener relaciones largas porque sienten que son aburridas o menos emocionantes después de unos pocos meses.

Al contrario que el enamoramiento, la permanencia en el amor es menos eufórica, menos intensa pero más duradera y satisfactoria. Es la base del compromiso a largo plazo.

 

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Un corazón roto

Como padres, podemos enfrentarnos a la angustia: entonces debemos consolar a nuestro adolescente, escucharle y tranquilizarle. Explica que el amor es un sentimiento muy fuerte, pero que puede cambiar. También debes decirle que tendrá la oportunidad de conocer a otras personas que harán latir su corazón. Pero no te preocupes, a esa edad, el dolor del desamor suele pasar muy rápido…

El desamor, ¿cómo hablar de él?

La comunicación es la clave

Si tu hijo adolescente se está enamorando, o ya está enamorado, es importante que te comuniques con él sobre la base de una relación sana. Es importante respetar los sentimientos de tu hijo sin exagerar, por supuesto.

Hablar con ellos sobre sus nuevos sentimientos ayudará a tu hijo adolescente a sortear los posibles escollos de las citas y le dará las herramientas necesarias para construir una relación sólida con la pareja que elija más adelante.

 

 

 

Responsable del contenido del blog Hop´Toys España

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