Mucho se habló de ello en el momento del desconfinamiento, pero la cuestión en esta nueva temporada tan llena de incertidumbres, ¡sigue siendo de actualidad!  Cabría preguntarse si, después de ocho semanas de confinamiento, sin salir al aire libre, sin espacio y sin realizar actividades motrices, nuestros hijos que ya presentan un «déficit de naturaleza» y han estado demasiado sedentarios, ¿deberían pasar la primavera en el interior? En vista de la crisis sanitaria y las medidas que conlleva, ¿no se podría cuestionar este modelo educativo y pedagógico? En un momento en el que cada vez se alzan más voces pidiendo un mayor acceso al exterior, analizamos los beneficios de ir al colegio o a la guardería al aire libre.

¿Desconfinar para reconfinar?

Una necesidad frente a las medidas sanitarias

4 m2. Esa es la superficie mínima que se debe garantizar a cada niño en el colegio o en la guardería. Sin embargo, las escuelas (y en cualquier caso, los colegios) a menudo no disponen de espacio interior suficiente para que se respete esa distancia. Las aulas, aunque también y, especialmente, los pasillos, las escaleras o las entradas, son demasiado estrechos para albergar al número habitual de niños al mismo tiempo. Por tanto, aunque todos los padres quisieran volver a llevar a sus hijos a sus centros, estos no podrían acoger a todos los niños a la vez. Actualmente, la solución elegida son los grupo de trabajo burbuja.

¿Y qué haremos si la pandemia persiste o se repite este otoño o este invierno? ¿Tendremos que seguir teletrabajando con los niños en casa si los colegios pueden albergar a todos los niños al mismo tiempo respetando las medidas sanitarias?

Cada vez son más los que piden llevar las clases al exterior. Concretamente, en nuestro país vecino, Francia,  el 27 de abril, un grupo de 230 maestros, pedagogos, profesionales de la infancia, médicos y asociaciones medioambientales firmaron una tribuna en Le Monde de l’éducation pidiendo hacer las clases al aire libre. Unos días después, se lanzó una petición con el mismo objetivo. Hasta la fecha, se han recogido más de 3000 firmas. Con ocasión de un encuentro con investigadores, educadores y maestros que estudian desde hace tiempo la importancia del entorno natural para el bienestar de los niños, Matthieu Chéreau y Moïna Fauchier-Delavigne, autores de libros sobre educación y sobre la relación entre los niños y la naturaleza (y desde esta tribuna), explican:

(…) los niños que se benefician de este enfoque adquieren fuertes habilidades, tanco físicas, como cognitivas y sociales, y un innegable apetito para la alegría. Otra educación es posible, a través de la cual el niño redescubra la riqueza del mundo en el que vive.

niños jugando en el exterior

No es solo un enfoque sanitario

Si bien este enfoque pedagógico es indudablemente de interés en tiempos de pandemia, también aporta muchos otros beneficios mucho más profundos.

¿Acaso esta vuelta al colegio no es una oportunidad para cambiar nuestros hábitos y reinventar nuestros patios de recreo, nuestros parques y nuestros rincones de naturaleza en lugares de aprendizaje que combinen el desarrollo físico, mental y cognitivo?

La naturaleza es buena para la salud

El contacto con la naturaleza es bueno para la salud, es un hecho científicamente establecido hoy en día. Incluso lo llaman «vitamina G», por «green» (verde). Además de los beneficios físicos, todos los estudios que se han realizado sobre el tema desde hace varios años (como el estudio del sueco Grahn, el realizado por la Universidad de Michigan o el de Barcelona, con 2500 niños de entre 6 y 10 años, por citar algunos) demuestran que la naturaleza también tiene un impacto positivo en la salud mental y que fomenta el desarrollo cognitivo, emocional y motor de los niños. Todas las observaciones apuntan a unos mejores resultados en todas las áreas del desarrollo cuando el niño tiene un mayor contacto con la naturaleza:

  • Mejor capacidad de concentración
  • Desarrollo de la creatividad
  • Desarrollo de la memoria inmediata
  • Reducción de los conflictos
  • Desarrollo de la agilidad
  • Mejor capacidad de escucha
  • Disminución del nerviosismo

Las conclusiones sobre estas experiencias subrayan el bienestar psicológico de los niños cuya escolarización tiene lugar en estrecha proximidad con la naturaleza; están más relajados, desarrollan un espíritu de cooperación, autonomía y autoestima ¡e incluso enferman con menor frecuencia! ¡Sin olvidar del bienestar que también experimentan los maestros y los educadores de niños pequeños!

Niños en el huerto

Todos los inconvenientes del déficit de naturaleza

Por el contrario, como Richard Louv teorizó en 2005 en su libro Last Child in the Woods, la falta de naturaleza o «déficit de naturaleza» puede causar muchos problemas físicos y mentales. Aumentaría el riesgo de obesidad, diabetes, enfermedades cardiovasculares, asma e incluso miopía debido a la falta de luz natural, por no mencionar la deficiencia de vitamina D. El tiempo excesivo que se pasa frente a la pantalla, la falta de juego libre al aire libre y de verdor darían lugar a problemas de atención, dificultades de concentración, problemas de comportamiento, hiperactividad, agresividad, retraimiento, tendencia al aislamiento y a una alteración de la percepción de la realidad (una menor capacidad para percibir el peligro, para conocer las propias capacidades físicas, para identificar los sentimientos propios y los de los demás y para adoptar un comportamiento responsable).

Todos somos cada vez más conscientes de ello: ¡es hora de acercarse a la naturaleza! Por tanto, abrir las puertas de la clase podría ser un primer paso.

Un niño pequeño caminando por la carretera

>> Más información sobre el déficit de naturaleza en niños

¿Qué beneficios tiene para el aprendizaje?

Beneficios motores, lógicamente

Los beneficios motores en el desarrollo del niño se dan, obviamente, por el simple hecho de estar al aire libre y, por tanto, por tener más espacio, un suelo que no es necesariamente plano y la posibilidad de correr, saltar, lanzar, trepar, deslizarse y columpiarse. Los terapeutas ocupacionales han pedido durante mucho tiempo un mayor acceso a las actividades que estimulan los sentidos vestibular y propioceptivo del niño. La terapeuta ocupacional Isabelle Babington explica:

Debería ser posible organizar pausas motrices, descansos activos para que los niños puedan moverse. […] Trepar, saltar, jugar con las texturas, balancearse, alimentar el cerebro de los niños para su posterior aprendizaje y participar en la modulación neurosensorial.

Niños en una valla de madera

Un baño sensorial

Los innumerables materiales naturales, que cambian según el clima y las estaciones, fomentan y recurren al tacto y a la manipulación. Una verdadera caza del tesoro auditiva comienza tan pronto como te encuentras en el corazón de la naturaleza (el canto de los pájaros, el croar de las ranas, el ruido del viento entre los árboles, etc.), el sentido del olfato se ve sobreestimulado por el olor de la hierba húmeda, de las flores, de las plantas, etc. La vista, además de todos los tesoros que captura, observa y examina, se beneficia de la luz natural. ¿Y qué pasa con el sentido vestibular (el sentido del movimiento y del equilibrio) y de la propiocepción (la percepción que tenemos de nuestro propio cuerpo)?

Al recurrir a todos los sentidos y permitir la experimentación, incluso a nivel espacial, los espacios exteriores suelen ser más ricos que los espacios cerrados. Permiten tener en cuenta al niño en su conjunto, es decir, tanto en su cuerpo como en su mente.

Pedagogía a través de la naturaleza

Desarrollando la creatividad

Todos los padres y todos los maestros lo han visto: ¡la naturaleza ofrece 1001 recursos para fomentar la creatividad de los niños! Una piña puede convertirse perfectamente en un balón de fútbol, unas cuantas piedras pueden servir para crear el «land art» más bonito que existe, por no hablar de cabañas, barricadas, etc.

«Un estudio realizado en Estados Unidos por la Universidad de Michigan mostró que los niños que pasan de 5 a 10 horas a la semana jugando al aire libre son más creativos y curiosos que los que no salen mucho. La diversidad sensorial de la naturaleza permitiría a los niños sentirse más vivos y seguros» (JDDPEnfance – septiembre/octubre 2014 – n.° 90 p. 34).

Está claro que la riqueza sensorial de la naturaleza alimenta la creatividad de los niños y, como señala Elise Mareuil:

Un niño que ha tenido la suerte de haber sido guiado en un rico descubrimiento de su sensorialidad será probablemente un niño aún más curioso sobre su universo.

>> El baño sensorial, ¿qué es?

Escuela exterior

Menos ruido, menos gritos

Otro punto importante cuando hablamos de guardería o colegio al aire libre: ¡la ausencia de ruido! La organización «L’enfant dans la nature», que es la que ha iniciado la petición que mencionamos, nos recuerda esto: «Además, las tensiones vinculadas al ruido y al espacio limitado se reducen en los espacios menos restringidos y artificiales, y con ellas, el estrés de los niños y los adultos, y el comportamiento agresivo».

Aula al aire libre

¿Y habilidades básicas y escolares?

A quienes les preocupa que el colegio en el exterior no permita la adquisición de todas las competencias escolares, o preescolares, sus partidarios responden que, además de sus beneficios para el desarrollo del niño, esta nueva práctica pedagógica permite trabajar todas las competencias escolares y, además, de forma más profunda, ya que anima al niño a implicarse más en su aprendizaje, a ser más lógico y deductivo.

«Me baso en el deseo del niño para actuar y jugar, que está en la raíz del deseo de aprender y conocer el mundo», dice un maestro del sitio web Éveil et Nature.

Revisando las cinco áreas de aprendizaje de los planes de estudio oficiales del sistema de educación nacional francés, este sitio detalla cómo se pueden alcanzar todos estos objetivos en la naturaleza o en un jardín. Empezando, por supuesto, con el área de «explorar el mundo» (construyendo puntos de referencia temporales, experimentando con el espacio, cuestionando el paisaje, transportando, conociendo los riesgos y actuando en consecuencia, etc.) y la de «estructurar el pensamiento» (observando y comparando formas, recolectando, clasificando, organizando colecciones, practicando el conteo, comparando longitudes y masas, haciendo trasvases, construyendo puntos de referencia propios), ¡sin contar, por supuesto, con las actividades físicas y artísticas que ya hemos mencionado!

Todos los educadores que practican este tipo de guardería o escuela también subrayan el importante beneficio en el lenguaje. El asombro causado por la naturaleza empuja a los niños a comunicarse, a hacer preguntas, a adquirir un vocabulario preciso para describir, para contar, etc. La microguardería Les Papillons también hace hincapié en que «en el exterior, los niños pueden poner en práctica su mundo imaginario. Por ejemplo, ver y oír a los caballos, de los que les hablamos en la guardería, representados en imaginarios. O todo tipo de insectos y animales. Es una oportunidad para expandir sus conocimientos». Y también destaca la mayor facilidad con la que los niños en contacto con el mundo exterior y la naturaleza pueden adquirir puntos de referencia temporales (el ritmo de las estaciones en particular) y espaciales.

Niña jugando en el exterior

La naturaleza fomenta el movimiento

Salir de la clase para ir, aunque sea, al patio de recreo ya es un cambio de perspectiva. Y ahora sabemos que el cambio de perspectiva, así como el movimiento o el caminar son beneficiosos para el aprendizaje. Según María Montessori «la inteligencia se desarrolla a través del movimiento». Algunos niños, especialmente los que tienen TDAH, solo pueden mantener una atención sostenida a través del movimiento constante. De hecho, ¡parece que todos aprendemos mejor en movimiento! «Los únicos pensamientos válidos se conciben al caminar», escribió Nietzsche. En el ideal rousseauniano, es el caminar lo que «pone en movimiento a la mente». ¡Los antiguos filósofos no filosofaban sentados! «Según los psicólogos, este fenómeno se explica por un efecto de vigilancia: caminar mantiene al cuerpo en acción y, en cierta medida, a la mente alerta».

En un momento en el que cada vez más empresas empiezan a practicar el «walk and call», o el «co-walking», en otras palabras, reuniones caminando, ¿no es hora de repensar el modelo educativo francés que exige que los niños permanezcan sentados en el interior, durante un mínimo de seis horas al día? De nuevo, todos los especialistas en niños están de acuerdo en que esto es simplemente contrario a su naturaleza y a sus necesidades.  «Muchos niños necesitan moverse para integrar una lección: manipular, trasladar, moverse».

Aunque, afortunadamente, las clases son cada vez más «flexibles», multiplicando las posibilidades de posturas, asientos y la disposición de los diferentes tipos de espacios de trabajo… la realidad es que los niños pasan la mayor parte de su tiempo lejos de la naturaleza, del contacto con los elementos, el viento, el sol, la luz y la sombra, los olores, etc.

Aula con grandes ventanas con vistas a un exterior con mucho verdor

¿Dónde estamos ahora?

En Francia

Huertas, plantaciones, patios de juego «sin asfaltar», son muchos los proyectos que llevan surgiendo desde hace un tiempo para que los niños no crezcan «fuera de la tierra», utilizando la expresión de uno de los sitios web de referencia sobre el tema, «Éveil et Nature». ¿Estaría el sistema de educación nacional francés, que anunció en una circular de agosto de 2019 una «nueva fase de generalización de la educación para el desarrollo sostenible (EDS)» y que considera que la EDS es un «elemento importante de la enseñanza moral y cívica y de la educación para la ciudadanía», decidido a tomar este camino? ¿El mismo que en 2015 ya recomendó crear un rincón de naturaleza en cada patio de recreo?

Por supuesto, sería poco realista pensar que todas las escuelas, especialmente en las grandes ciudades, podrían reubicarse en el campo de un día para otro. Entre hacer todo lo posible por dar las clases al aire libre y desarrollar la práctica de salidas a la naturaleza, clases verdes y la «escuela en la naturaleza» (la Forest School) hay, efectivamente, un camino. Pero si se permitiera a los niños estar en contacto con la naturaleza, aunque solo fuera durante los descansos y los recreos, ¡ya serían dos horas al día las que pasarían en el exterior! En realidad, cuando se trata de dar clases al aire libre, hay varios caminos que se corresponden con los distintos grados de cercanía con la naturaleza.

El primero consistiría en rediseñar los patios de recreo. Ha llegado el momento de eliminar el asfalto de estos espacios. Hace más de 20 años, el sueco Grahn, demostró en su estudio que entre dos grupos de niños que eran comparables en todos los sentidos, los que se encontraban en un espacio exterior diseñado para acercarlos lo máximo posible a la naturaleza (jardín salvaje, grandes árboles, rocas, arboledas, terreno irregular, gran superficie de arena, columpios, cuerdas) presentaban un desarrollo mucho más avanzado.

Patio de recreo con vegetación

Proyecto de renovación de la escuela Léon Rousson de Nîmes con su patio de hierba

…y en otros lugares

Aunque en Estados Unidos aparecieron en 1927 y se hicieron populares en la Europa septentrional en la década de 1950 (en Suecia, Alemania y Dinamarca, en particular), las «escuelas en el bosque» o «escuelas en la naturaleza», en las que los niños están al aire libre todos los días, todavía no están muy difundidas en Francia. Sin embargo, la organización «L’enfant dans la nature» explica que su número se ha disparado en casi todo el mundo en los últimos diez años. En Escocia, el aprendizaje al aire libre se integró en el plan de estudios oficial para niños de 3 a 18 años en 2010. En Dinamarca, uno de los países más felices del mundo, hay 700 escuelas que dan clases en el bosque, lo que supone alrededor del 20 % de todas las guarderías.

Juegos que te conectan con la naturaleza

¿Cuáles son los obstáculos?

Pero entonces, ¿qué es lo que impide que esta práctica pedagógica se desarrolle aún más?

¿El clima?

En Dinamarca, la temperatura en mayo está entre los 9 °C y los 17 °C, pero este país, que fue uno de los primeros de Europa en reabrir las escuelas, ¡ahora está enseñando al aire libre! Como hemos dicho, es en los países del norte de Europa y en Canadá donde se encuentran los pioneros de las escuelas en el bosque. Y las temperaturas no son precisamente las más cálidas en esos lugares. Además, los espacios cerrados son mucho peores para la salud que el frío. La madre de Charles, de dos años y medio, que asiste a una guardería al aire libre en París, lo cuenta en un artículo de Libération publicado en diciembre de 2014:

Sí, la gente cree que estamos locos. Pero en dos años, mi hijo no se ha puesto enfermo. Me da la impresión de que está más fuerte. En las guarderías cerradas, suele hacer demasiado calor, los microbios y los virus proliferan y pasan de un niño a otro. Aquí, nada.

Y luego, como diría un proverbio sueco: «¡No hay mal tiempo, solo hay mala ropa!».

En Francia, algunas guarderías han adoptado lo que se conoce como la «siesta nórdica»: poner a los bebés a dormir al aire libre. El frío calma a los bebés y permite que duerman más tiempo.

El miedo a que se hagan daño

«El miedo de los padres a que sus hijos se caigan o se hagan daño es otro obstáculo para realizar salidas a la naturaleza o recorridos más «salvajes»», explican en el sitio web Éveil et Nature, que recuerda que los niños que frecuentan regularmente los espacios naturales de juego más inseguros se lesionan menos que los demás y tropiezan menos. El contacto con la naturaleza enseña a los niños a estimar los riesgos, a actuar progresivamente y a asegurar sus movimientos. «Les enseña a comprender sus propias habilidades y limitaciones, desarrollando así una mejor autoestima. Esto se muestra en un estudio que se realizó durante cinco años en una escuela de Texas», informa de nuevo el sitio.

Estar en la naturaleza también significa ser capaz de encontrar pequeños rincones, donde esconderse y poder «hurgar» en su rincón. Sin embargo, aunque a veces escapar de la mirada del adulto es una necesidad psicológica del niño, que sabemos que le permite progresar mucho, queremos ser capaces de controlar constantemente todo lo que hacen nuestros hijos. Muchas veces, incluso se retiran las pequeñas cabañas de los patios de recreo para permitir la supervisión completa por dos de los maestros.

Niños jugando en un camino de tierra

La cultura

El obstáculo que impide una mayor presencia de la naturaleza en la vida (pre)escolar de nuestros hijos es, por tanto, fundamentalmente cultural. En primer lugar, nuestra cultura colectiva solo contempla los patios de colegio más tradicionales posibles, el asfalto, el tobogán amortiguado sobre suelo de caucho, el platanero, la rayuela dibujada en el suelo y, a veces, un cuadrado de césped al que no se puede ir cuando está mojado. Quizá, como hemos dicho, una solución podría ser empezar poco a poco, abrir parques y jardines a las escuelas una o dos veces a la semana, fomentar las clases verdes, la plantación de vegetación en los patios de recreo, etc.

 ¡No esperemos más! ¡Todo el mundo fuera! Hay muchos lugares naturales cerca de casa donde se puede aprender de una manera diferente.

 

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